El Titanic no puede hundirse (Condensado de Harper´s Magazine)

Por Hanson W. Baldwin

El trasatlántico Titanic, el mayor barco que hubiera surcado los mares, zarpó de Southampton el 10 de abril de 191 2. Era su primer viaje: se dirigia a Nueva York. Estaba considerado como el buque más seguro de cuantos existían a flote.

Tenía células de doble fondo. Los 16 compartimientos estancos en que estaba dividido su casco, lo hacían, en opinión de los peritos, insumergible. Se había proyectado y construído con todas las características de un colosal bote salvavidas.

Llevaba a bordo 2201 personas. En los camarotes de lujo viajaban personas de las más conocidas: el coronel John Jacob Astor y su joven esposa, recién casados: el pintor Francis D. Millet; el empresario H. B. Harris y su esposa; Isidor Straus, dueño de los grandes almacenes neoyorquinos de Macy & Co., y su esposa; J. Bruce Ismay, director general de la White Star Line, a la cual pertenecía el Titanic. En las cámaras de segunda iban 706 emigrantes rumbo a la tierra de promisión.

Aquel domingo amaneció claro y despejado. El sobrecargo celebró temprano los oficios religiosos en el salón. A las nueve se recibió un inalámbrico del Californian concebido en estos términos:

Capitán Titanic: Vapores que navegan rumbo Oeste avisan presencia témpanos y campo de hielo a 42° lat. N. y de 49° a 51° long. O. Saludos, Barr.

Por la tarde, el telegrafista Bride, con los auriculares puestos, estaba haciendo unas cuentas. No interrumpió sus cálculos para responder a una llamada del Californian que cruzaba a corta distancia del Titanic. El Californian quería enterarlo de la situación de tres témpanos, Bride no le hizo caso. A la 1 y 42 se recibió un nuevo aviso. Era del Baltic. Ponía en guardia al Titanic.

En la ruta ordinaria de los trasatlánticos había bastante hielo. Bride mandó el despacho al puente. El Capitán del Titanic, E. C. Smith, se paseaba por cubierta con el señor Ismay. Leyó el radiograma y se lo entregó a su compañero de paseo, sin decir una palabra. Ismay lo leyó a su vez, se lo metió en el bolsillo, dijo algo de los témpanos a dos señoras del pasaje, y prosiguió su paseo con el capitán.

Horas depués, a eso de las 7 y 15, el capitán le pidió el radiograma y lo hizo fijar en la tablilla de la cámara de cartas para conocimiento de los oficiales. La más franca alegría reinó aquella noche en la cena. El suntuoso comedor estaba resplandeciente de luces y galas. Arriba, en cubierta, hacía mucho frío; pero la noche estaba serena y hermosa.

Después de cenar, varios pasajeros de segunda se reunieron en el salón-café y cantaron unos himnos religiosos. Al dar las diez se escuchaba: Oye, Señor, a los que a ti clamamos por los que en riesgo se hallan en el mar.

A esa hora el segundo oficial Lightoller acabó su cuarto. Lo relevó el primer oficial Murdoxh. Cinco avisos consecutivas, por lo menos, habian advertido del peligro de los témpanos, se recomendó a los vigias que estuviesen ojo avizor. Los oficiales suponían que el Titanic llegaría





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