Tlalpujahua, de pueblo minero a creador de maravillas de cristal
El pueblo de la eterna Navidad tiene más que ofrecer, como cuadros de arte plumario, alfarería y esculturas de cantera.
Había una vez un matrimonio que, cansado de las dificultades económicas, dejó atrás todo lo conocido en busca de oportunidades. Eran oriundos de Tlalpujahua, poblado michoacano que cayó en crisis en los años sesenta, a pesar de que fue uno de los principales productores de oro y plata del mundo.
Pero su esplendor minero languideció tras la llamada tragedia de las Lamas, un evento ocurrido en 1937 que dejó desolación tras la ruptura de una represa que albergaba millones de toneladas de desechos de la compañía minera Las Dos Estrellas.
Tras el accidente, la inversión extranjera desapareció y paulatinamente el pueblo se volvió fantasma, pues sus habitantes, agobiados, migraron. Entre ellos estaban Joaquín Muñoz Orta y María Elena Ruiz Villagrán, pareja que buscó oportunidades en Chicago, EE. UU., donde aprendieron la fabricación de ornatos navideños.
Tras casi un año de adiestramiento, regresaron a casa sin imaginar que el taller artesanal que fundarían cambiaría la vida de Tlalpujahua.
El pueblo de la eterna Navidad
A 193 kilómetros de la Ciudad de México, enclavado entre montañas donde crecen abetos y pinos, se ubica este pueblo originalmente mazahua. En el siglo XVIII sufrió los estragos de un incendio y en 1937 la tragedia de las Lamas acabó no solo con decenas de vidas, sino que sepultó su bonanza minera.
Por fortuna, ahora el nombre de Tlalpujahua resuena en el mundo como sinónimo de la Navidad. Sus esferas de vidrio soplado son tan hermosas que han llegado a los aposentos del papa Benedicto XVI y a la Feria Internacional del Juguete en Nueva York, el mayor escaparate de productos de entretenimiento de Occidente.
El valor de las artesanías
¿Cómo son tus adornos navideños? ¿Son nacionales, fabricados en serie, importados? Tal vez sean artesanales, pero tú desconoces dónde, cómo y quién los produce. En México, las artesanías son el modo de vida de infinidad de personas y el motor de crecimiento de poblaciones enteras. Tlalpujahua es un ejemplo.
En 1965, el matrimonio Muñoz Ruiz abrió un taller de esferas artesanales. Nadie imaginó que ese esfuerzo familiar se transformaría en Adornos Navideños S.A. de C.V., empresa que ha alcanzado producciones de hasta 120 millones de esferas.
Desde la creación de esa fábrica, Tlalpujahua se dedica a la elaboración de esferas, cuenta orgulloso Daniel, uno de los diez hijos del matrimonio Muñoz Ruiz. Y es cierto. Las calles de ese pueblo mágico albergan cientos de talleres familiares. Allí hombres y mujeres elaboran piezas únicas.
Todo inicia con el aliento del soplador, esa ráfaga que, mezclada con una llama que alcanza los 350 °C, moldea el cristal, cuenta Daniel, propietario de La casa de Santa Claus, sitio que ofrece cientos de diseños navideños.
La observación del proceso, además de sorprendente, es quizá una de las mejores maneras de revaloración de las técnicas manuales con las que se realizan estos adornos.
Porfirio Díaz, visitante asiduo
Cada rincón de Tlalpujahua cuenta una historia. El coloquialmente llamado Campo del Gallo fue una armería durante la guerra de Independencia, con los hermanos Rayón a la cabeza, mientras que el antiguo barrio del Carmen muestra los vestigios de la capilla en la que veneraban a la Virgen del Carmen y que el desastre minero prácticamente sepultó.
A cada paso constatarás por qué Porfirio Díaz acudía con frecuencia a las fiestas organizadas por Francois J. Fournier, propietario de la mina Las Dos Estrellas y uno de los hombres más ricos de su época.
Su arquitectura virreinal también fue gozada por Leona Vicario. La heroína de la lucha independentista —amiga de Ignacio López Rayón— se casó con Andrés Quintana Roo en el convento franciscano, cuenta Iván Hernández, guía de turistas general.
Cuando te canses de tantas subidas y bajadas por sus empedradas callecitas, detente en La Terraza, un restaurante que no solo ofrece una espectacular vista del majestuoso santuario de cantera rosa de la Virgen del Carmen, sino uno de los platillos típicos: corundas con carne de puerco y verdolagas. Se antoja, ¿verdad?
Si te quedas más días —existen desde hostales hasta un hotel categoría especial— visita el mercado y prueba la cabeza de res al horno de piedra en penca… ¡una delicia!
Licores con sabor a mina
Completa el circuito gastronómico en Casa Morales, el templo de Vicenta Morales Cano, una maestra jubilada experta en herbolaria que ha creado productos tan deliciosos que han llegado hasta Australia.
Vicenta tiene más de 60 años en Tlalpujahua. Conoce todos sus frutos y hierbas; con pasión y sabiduría les extrae sus mejores notas tras años de cuidada maceración. Pero el consentido es el Minero 27, licor que debe su nombre a 27 hierbas y al homenaje que la exprofesora le rinde a los mineros fallecidos en la tragedia del 27 de mayo de 1936. Rosas, ajenjo, capulín. Casi cien distintos sabores, así que elegir es difícil, sobre todo porque Vicenta también ofrece frutas en almíbar, mermeladas, encurtidos.
Este pueblo de origen prehispánico atrapa con su exquisita y variada gastronomía y con la belleza de sus famosos ornatos navideños, pero también ofrece otras creaciones, como las hechas de popotillo, técnica que utiliza fibras secas de zacate cambray, una variedad de pasto silvestre que crece en las zonas montañosas michoacanas.
También está la cantera, la cual ha tenido un inusitado auge en la región desde hace unas décadas. A pie de carretera puedes encontrar desde fuentes miniatura hasta esculturas, como un San Miguel Arcángel que tiene tres metros de altura y fue realizado por Fidel Mondragón Juárez, un escultor nato.
Un arte milenario en peligro
En Mesoamérica las plumas eran símbolo de nobleza, poder, riqueza, fertilidad y belleza. Eran tan importantes como el cacao, el ámbar o el oro, así que estaban vinculadas a las deidades, la aristocracia religiosa y los guerreros.
Los aztecas dominaron el arte del bordado y de los mosaicos elaborados con las plumas más brillantes de las aves. La disciplina pervivió durante el Virreinato, pero desde hace un siglo está en decadencia. En Tlalpujahua radica Luis Guillermo, miembro de la quinta generación de la familia Olay, dedicada al arte plumario.
En las paredes de su casa-estudio, que también funge como tienda, están suspendidos cuadros con las más diversas imágenes, pero uno brilla intensamente. “Está hecho con pluma de colibrí, la más brillosa de todas las aves”, confiesa este hombre de 67 años, quien pasa al menos ocho horas diarias creando sus obras.
A pesar de la pericia que le han dado casi cinco décadas, aún hay retos. “La pluma es rejega”, cuenta. Pegarla con cera de Campeche requiere un alto grado de maestría y paciencia. “Las del tucán son hermosas, pero no sirven”, revela.
La familia Olay es heredera de una tradición ancestral que languidecía. Su oficio es distinto al de los creadores de esferas de cristal soplado de Tlalpujahua, pero comparten el tesón por mantener vivas las artesanías mexicanas.
Cada experiencia vivida en ese pueblo mágico es única, pero sin duda la revaloración del artesano es lo mejor.
JOSE PICHARDO
25 noviembre, 2022 at 4:11 pmES MI TIERRA MICHOACAN Y MI ESTANCIA TLAPUJAHUA ,TIERRA DE MIS ANCESTROS , SERIA UN TRISTEZA QUE ESTA TRADICION DESAPARESCA , APOYEMOS LAS TRADICIONES MEXICANAS.